El lugar de Cabañas de Ebro, situado en la comarca de la Ribera Alta del Ebro y en la margen derecha de este mismo río el cual atraviesa el termino en dirección Norte Sureste, fue conocido en su historia con los toponimos de Cabanyas, Cabannas, Cabammyas, Capannas y Capambis
A 2 km. al oeste, en el “Cementerio de los Moros”, se encontraba un asentamiento rústico de época ibera y romana que ha proporcionado abundantes restos cerámicos. Entre los restos de construcciones se identifican conglomerados de tégula y ladrillos con argamasa que podrían pertenecer a un hypocaustum (calefacción usada en las termas romanas).
Junto a la Plaza de España, se eleva una construcción hecha en sillares, identificada por Joaquin Lostal como un “Castellum” romano de vigilancia y más recientemente por José Ángel Asensio como el basamento de una torre defensiva andalusí de época taifa (siglo XI).
La zona de Cabañas de Ebro fue reconquistada por Alfonso I hacia diciembre de 1118.
Tras la reconquista era necesario administrar el territorio (y recompensar a los nobles). El sistema para ello fue la tenencia feudal, consistente en la cesión por el rey de tierras para su uso y/o gobierno, sin perder la propiedad y sin derecho hereditario para el receptor.
Durante el siglo XII Cabañas fue administrado por los tenentes: Iñigo Galindez (1121–1124), Alto Orella (I) (1124-1129), Lope Jimenez I de Torrellas, (1128–1134), Arnal Mir (1153–1174), García Ortiz (II) de Albero (1182) y Martín Perez de Villel, (1186–1198).
Los tenentes intentaron a veces apropiarse de las tenencias y legarlas a sus descendientes. El sistema de tenencias evolucionó a partir del siglo XII hacia los señoríos, consistentes en una donación hereditaria de tierras por parte del monarca, en recompensa por méritos o servicios.
La primera referencia a un señorío de Cabañas data del reinado de Jaime I el conquistador. Tras la muerte de la reina Violante el rey tuvo una relación amorosa con Teresa Gil de Vidaurre que le dio dos hijos: Jaime de Jerica, al que donó la villa de Jérica y Pedro de Ayerbe, señor de Ayerbe, Ahuero Luesia, Artaso, Lisso y Castellón de Siet, Bureta, Boquiñeni y Cabañas.
El hijo de este, Pedro (II) de Ayerbe tuvo dos hijas. Constanza y Maria de Ayerbe. Constanza, heredera universal, murió tras instituir como heredera a su hermana María, casada con Pedro Cornel, señor de Aljafarín.
Pedro Cornel se alineó con la Unión de Aragón, en conflicto armado con la monarquía. Luchó contra Pedro IV en la batalla de Épila. Por ello el rey confiscó sus señoríos y se los otorgó a su hermano, Tomás Cornel, que no tuvo hijos varones, por lo que le sucedió su hermano Ramón Cornel y a éste su hijo Luis Cornel.
Sucede a Luis Cornel como señor de Cabañas Pedro Boil Ladrón, esposo de su hija Leonor, que vendió el lugar de Cabañas y su castillo a Luis de Coscón y Sesvalls en 1428.
Dos años después éste se los vendió a Juan Díaz de Aux, jurista de Zaragoza.
En abril de 1442, Juan Díaz de Aux vendió el castillo y el lugar a Miguel Homedes, mercader de Zaragoza, que lo revendió en octubre de 1442 a Juan de Mur, señor de la baronía de Aljafarín.
Juan de Mur vendió en 1453 los lugares de Figueruelas, Cabañas y Azuer a Juan Francés de Ariño, señor de Osera y Villafranca.
Juan Francés falleció en 1463 cuando su mujer estaba embarazada. Instituyó como heredero universal a su futuro hijo (si fuese varón), con la condición de no vender ni disponer de sus señoríos sino en sus hijos varones legítimos y a su hermano Galcerán en caso contrario, con la misma condición. Al nacer su hija póstuma le sucedió Galcerán de Ariño.
Galcerán se comprometió en 1466 con María Núñez Cabeza de Vaca, hija de Pedro Núñez Cabeza de Vaca, aportando entre otros lugares el término de Cabañas. Juana, segunda hija de Pedro, contrajo matrimonio en 1481 con Pedro López de Mendoza. Las capitulaciones matrimoniales incluyen en su dote a Figueruelas, Cabañas y Azuer, que por tanto serían de Pedro Nuñez Cabeza de Vaca (en contra del testamento de Juan Francés de Ariño).
Pedro López de Mendoza dilapidó sus bienes. Junto con su mujer vendió sus señoríos en 1490 a su hermano Diego López de Mendoza, arzobispo de Sevilla. En el mismo acto el arzobispo les donó los mismos lugares para que los usufructuasen.
Debido a sus deudas, a pesar del posible intento de alzamiento de bienes descrito, Cabañas fue a parar al conde de Ribargoza, Alonso Felipe de Gurrea y Aragón.
A Alonso le sucedió su hijo, Martín de Gurrea y Aragón, conde de Ribagorza y duque de Villahermosa. Martín fue menino de la emperatriz Isabel y paje del futuro Felipe II; a quien acompañó a Inglaterra en 1554 cuando se casó con María Tudor. En 1555 viajó a Bruselas para la abdicación de Carlos I como emperador de los Países Bajos. Participó en 1557 en la batalla de San Quintín. Frecuentó los más selectos círculos humanistas y artísticos de su época. Fue un importante mecenas.
Juan Francés de Ariño, nieto de Galcerán de Ariño, interpuso un pleito contra él para recuperar la baronía de Figueruelas, Cabañas y Azuer, alegando que no se pudo legítimamente vender por su abuelo en virtud de un vínculo anterior. La recuperó hacia 1561. Se distinguió por defender los fueros de Aragón. Se casó con Isabel de Ariño y Albión. Le sucedió en la baronía de Figueruelas, Cabañas y Azuer su hija Vicencia de Ariño, casada con García de Funes de Villalpando y Femández de Heredia, señor de Quinto.
Su hijo Juan Antonio Funes de Villalpando, fue creado marqués de Osera el 3 de octubre de 1626 por méritos militares y fundó en Gelsa del convento de la Purísima Concepción. De su primer matrimonio con María Francisca Clemente, nació Francisco Jacinto Funes de Villalpando y Clemente, su sucesor.
Francisco Jacinto hizo carrera militar en Italia, en el tercio de Lombardía y llegó a mandar el tercio de Aragón y ser escribano encargado de las cuentas militares en las cortes. Escribió obras de diversos géneros literarios. Se casó con Anastasia Abarca de Bolea y Almazán, sin descendencia. Le sucedió su hermano José Antonio Francisco Ignacio Funes de Villalpando.
José Antonio Francisco hizo carrera militar en el tercio de Aragón. Fue desterrado a Orán, por no cumplir su palabra dada de matrimonio. Recuperó su carrera y llegó a ser gobernador de Guipúzcoa, ministro del Consejo de Hacienda y del Consejo Supremo de Aragón, alcaide de Gante y de Amberes y capitán general de la Artillería de los Países Bajos, virrey de Cerdeña y capitán general de Guipúzcoa. Regresó a Orán como capitán general de la plaza y sus presidios. La defendió de un asedio argelino, durante el que enfermó y falleció.
Se casó con Leonor de Monroy y Aragón. Tuvieron una hija única, María Regalado de Funes de Villalpando y Monroy, por lo cual la baronía de Figueruelas, Cabañas y Azuer pasó a Melchor Funes de Villalpando y Sanz de Latrás, hijo del segundo matrimonio de Juan Antonio Funes de Villalpando con Leonor Sanz de Latrás Gaztelu y Deza, condesa de Atares.
Melchor fue caballero del hábito de Alcántara y maestre de campo general de Aragón. Se casó con Juana López de Gurrea y Urrigoiti, señora de la baronía de Gurrea y condesa del Villar. Testó y falleció en 1691. Su viuda costeó la edificación de nuevos templos en Figueruelas y Cabañas.
Su hijo José Pedro de Alcántara Funes de Villalpando y Sanz de Latrás le sucedió en las baronías de Figueruelas, Azuer y Cabañas y Quinto (tras un pleito en contra de María Regalado Villalpando y Ariño). Se casó con María Francisca Abarca de Bolea y Urrea. Fue grande de España y gentilhombre de cámara con entrada de Felipe V.
Le sucedió en sus títulos su hijo Cristobal Pío Funes de Villalpando y Abarca de Bolea, gentilhombre de cámara del rey Carlos VII en Nápoles (futuro Carlos III de España) y mayordomo mayor de María Luisa de Parma. Se casó en 1741 con María Antonia Pimentel y Sarmiento de Toledo; sin descendencia.
Le sucedió la rama familiar que comienza con María Regalado de Villalpando y Monroy, en la persona de María Francisca de Sales Portocarrero, hija de Cristóbal Pedro Portocarrero Osorio y Guzmán, primogénito de la casa de Montijo, y de María Josefa López de Zúñiga y Girón. Fue una intelectual ilustrada y mantuvo en su casa un salón literario. Participó en la creación de la Junta de Damas de Honor y Mérito, adscrita a la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y fue su secretaria. Entre sus proyectos, dirigió la Escuela Patriótica de San Andrés y reformó la Inclusa de Madrid. Participó en la creación de una Asociación de Presas de la Galera. Al igual que otros contertulios de su salón, fue acusada de jansenismo. Por este motivo fue desterrada de la corte en 1805 y falleció en 1808 en Logroño.
Le sucedió su hijo, Eugenio Guzmán Palafox y Portocarrero. Eugenio instigó el motín de Aranjuez (1808), decisivo en la caída de Godoy y abdicación de Carlos IV. Su actuación en la Guerra de la Independencia, en la que llegó al grado militar de teniente general, fue controvertida. Participó en la batalla de Uclés y fue acusado de distintos motines. Colaboró en la formación y caída de la Junta Central. Apoyó la instauración del régimen absolutista de Fernando VII; pero tras el pronunciamiento de Riego en 1820 conspiró con liberales y realistas. Tuvo un relevante papel en la Masonería a la vez que fue Capitán General de la Costa y Reino de Granada. Dilapidó su patrimonio. Perdió el favor real y fue residenciado en Montijo. Sufrió una hemiplejia. En 1826, tras un turbulento matrimonio, falleció su esposa Ignacia Idiaquez y en 1827 se casó con Magdalena Lázaro Martín. Fue amnistiado y restituido en sus empleos y honores por la reina María Cristina. Murió en Madrid el 18 de julio de 1834. Le sucedió su hermano Cipriano.
Coetánea de estos señores de la localidad fue su vecina más ilustre, la heroína de los Sitios de Zaragoza Casta Álvarez, condecorada con el escudo de defensor de la patria.
Cipriano Palafox y Portocarrero luchó en la guerra de la Independencia en el ejército francés. En la batalla de Salamanca quedó tuerto y cojo. Emigró a Francia tras la guerra y en 1817 regresó a España indultado por Fernando VII. Se casó con María Manuela Kirkpatrick, hija del cónsul estadounidense en Málaga. Tuvieron dos hijas, Francisca y Eugenia (futura emperatriz Eugenia de Montijo). Cipriano participó en conspiraciones masónicas. Hacia 1830, fue encarcelado acusado de participar en una conspiración liberal.
Los señoríos fueron abolidos en 1837. Los señores continuaron llevando el título. Conservaron parte de sus posesiones en propiedad y vendieron otras. Como curiosidad, la descendencia actual de los antiguos Señores de Cabañas sería la rama familiar de la casa de Alba.
Conforme a la Evolución Político Administrativa del reino de Aragón, Cabañas de Ebro formó parte del meridiano de Zaragoza en el siglo XIII, Sobrecullida de Tarazona en el siglo XV, Vereda de Tarazona en el siglo XVII y Corregimiento de Borja hasta 1833. Con Ayuntamiento propio desde la década de los años 30. Desde 1830 formó parte del partido judicial de La Almunia de Doña Godina, y desde 1965 está integrado en el partido judicial de Zaragoza. Pertenece a la comarca Ribera Alta del Ebro.
Respecto a su población, el lugar contó con población musulmana hasta el edicto de su expulsión en 1611, hecho que produciría un total descalabro demográfico, puesto que contando con 36 fuegos en 1609, fueron expulsadas 210 personas. En 1646 la población solamente ascendía a 18 fuegos.
Hasta el siglo XIX no se produjo un crecimiento demográfico apreciable. En 1857 tenía 427 habitantes y en 1970, 676.
En la actualidad se encuentra en regresión demográfica.
A partir de los años 50 y 60 Cabañas de Ebro al igual que toda la Ribera Alta del Ebro conoce un nuevo desarrollo interno, en todos los aspectos.
Además de la instalación de alguna pequeña industria, se han mejorado las infraestructuras del municipio.
Estas mejoras han sido más significativas a partir de los años 80 con las sucesivas corporaciones municipales democráticas.
Es obligado citar la implantación de la factoría General Motors en Figueruelas, que ha repercutido en la población contribuyendo en la mejora del empleo y aumentando la renta de sus familias.
Otro hito reseñable que ha mejorado los servicios prestados a los vecinos ha sido la comarcalización de Aragón.
El resultado final consiste en el mantenimiento sostenido de su actual desarrollo y creciente calidad de vida.
Heráldica.
En cuanto a sus símbolos, teniendo presente la historia de Cabañas y la no existencia de símbolos referentes al lugar se establecieron los siguientes símbolos para la creación del escudo.
Un lienzo de muralla de oro, en recuerdo de la presencia romana en el lugar; dos fusiles con bayonetas caladas de sable, evocando la Guerra de la Independencia, así como la estrella, también de oro, de cuatro puntas, representado a la heroína Casta Alvarez por la gran admiración que siente Cabañas hacia quien deseó vivir y morir en su tierra.
Por último, el esmalte azur queda integrado en relación a las aguas del río Ebro, que fecunda sus campos y posibilita el desarrollo normal de la vida. Como timbre se utiliza la corona del Escudo de España dada su desvinculación señorial en el siglo XIX.
Escudo de Armas.
Escudo cuadrilongo con base redondeada; cortado y enclavado de cuatro: primero, de azur, una estrella de cuatro puntas, de oro; segundo, de oro, dos fusiles con bayonetas caladas, en aspa, de sable. Al timbre la corona del escudo de España.
Bandera.
La bandera se diseña conforme a los esmaltes empleados en el escudo